Hace poco más de una semana,
estaba un viernes al atardecer con mi amigo Jesús Valero, y a falta de un plan
para el día siguiente nos pusimos a pensar en algún sitio cercano por donde
poder hacer una ruta a pie de medio día. No tardaron en surgirnos distintas
opciones, es lo bueno de vivir en un sitio que, mires hacia donde mires,
siempre hay un buen paisaje por donde perderte caminando durante unas cuantas
horas. Esta vez el destino elegido fueron las hoces que el río Piedra ha
dibujado y excavado en las rocas calizas dolomíticas entre las localidades de
Torralba de los Frailes y Aldehuela de Liestos.
Así que el sábado por la mañana
cogimos la furgo y, como no podía ser de otra manera, a mi perra Senda, que ya
se está haciendo protagonista en las fotos de este blog, y nos dirigimos hacia
Torralba de los Frailes. Una vez llegas al pueblo desde la carretera de Molina,
hay que entrar por el primer camino de la izquierda, y dirigirte hacia una
ermita que, con una pequeña placa solar y un molinillo de viento en el tejado,
nos indica la dirección del camino; en el siguiente cruce seguimos recto, y
poco a poco vamos descendiendo con el coche y nos vamos adentrado en el cañón
del Piedra, donde junto al cauce del río aparcaremos. Nos ponemos en marcha
remontando el cauce y pasando junto al antiguo molino, donde un panel
informativo nos indica la ruta que vamos a realizar, el Mirador de Reconquillo.
Cruzamos el cauce que, aun
después de las abundantes precipitaciones, sólo deja correr un pequeño hilo de
agua, y nos adentramos en el que para mí, es el tramo más bonito del recorrido:
entre chopos cabeceros y sauces de un buen tamaño podemos disfrutar de los
cantos de pinzones, currucas capirotadas, mirlos o herrerillos. Y seguimos por
una senda cubierta de vegetación que nos va llevando río arriba por el fondo de
este espectacular cañón fluvial; cuando parece que la vegetación se abre un
poco, nos encontramos una señal que nos indica que es el momento de cruzar el
rio, así que lo cruzamos y una senda, no muy marcada, nos deja adivinar que hay
que ascender por un pequeño barranquillo que vierte el agua al río, pronto
veremos algunas marcas pintadas que nos indican que vamos en buena dirección. Tras
esta subida repentina cambiamos de vegetación, y nos adentramos en el
carrascal, que nos va a ir acompañado por el borde superior de estas paredes
verticales que dibujan unos meandros espectaculares que bien son dignos de
pararse a contemplarlos un rato.
Seguimos ahora llaneando por el
borde del cañón, escuchando mitos, grajillas o viendo cómo los aviones roqueros
hacen auténticas acrobacias a escasos centímetros de las paredes calizas. Ahora
las marcas son más escasa, pero bien puestos están unos mojones de piedra que
nos van guiando: pasaremos por un antiguo corral de ganado que conserva sus
paredes de piedra seca cada vez más deterioradas, una construcción que también
merece la pena fotografiemos, y por qué no, nos haga hacer una pequeña
reflexión de la “evolución” que nuestra sociedad está sufriendo, del abandono
de estas zonas rurales tan duras y aisladas. Hace unas décadas ahí había ganado,
y todavía se pueden ver las piedras que servían de resguardo al pastor, y hoy
vamos de propio a pasear por esa zona y a fotografiar lo que era una forma de
vida, cuánto ha cambiado la historia, ¿no?
Bueno continuamos con nuestra
ruta siguiendo los hitos de piedra que poco a poco nos van girando hacia la
izquierda hasta llegar a una suave vaguada que cruzaremos y nos irá conduciendo
por el fondo y ya con desnivel negativo, hacia nuestro punto de partida. Otra
vez nos acercamos al borde del cañón y, ya sin dejarlo, vamos descendiendo
disfrutando de los serpenteantes meandros hasta llegar al molino donde hemos
aparcado.
Una ruta circular de unos cinco
kilómetros, que satisfactoriamente sorprenderá a aquel que se anime a recorrerla
sea cual sea su interés: botánico, ornitológico, geológico, o de fotografía. O
como simplemente puede ser, disfrutar de nuestra naturaleza más pura y escondía.
¡¡Qué paseo más bonito!! Increíble el agua que hay, hace años que estaba totalmente seco. Ahora hace falta que venga el calor para que nos de tiempo a un chapuzón.
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