Hace poco más de una semana,
exprimiendo los últimos días de “vacaciones forzosas” antes de volver al
trabajo, aproveché para ir a anillar a una zona donde nunca lo había hecho
antes, además una zona que no era la primera vez que visitaba pero sí bastante
desconocida para mí.
Así que sirviéndome de la buena
labor de seguimiento de aves que hace Demetrio, en este caso el anillador con
ayuda de María y Eva, en la Virgen de la Vega, junto a Alcalá de la Selva, me uní
a ellos para acompañarles en esa jornada de anillamiento. Las capturas fueron
escasas, algo habitual en esta época del año y más contando con la altitud a la
que nos encontrábamos y la temperatura de -7ºC que teníamos al amanecer. Aun
con una actividad escasa de las aves pudimos capturar Zorzal alirrojo (Turdus iliacus), Reyezuelo listado (Regulus igniacapilla), Escribano soteño (Emberiza cirlus) y Herrerillo común (Cyanistes caeruleus), haciendo un total de cuatro individuos más una
recuperación de otro escribano anillado en esa misma zona. Dando la mañana por
concluida, y con ella la jornada de anillamiento, y aprovechando que la zona no
la teníamos muy pateada, nos dirigimos a un lugar por donde Demetrio nos guía,
que es el que se conoce el lugar, para “pajarear” un poco y comer, hasta que
caiga la noche.
Llegamos entonces aun sabinar
situado entre Alcalá y Cabra, sitio para mí totalmente nuevo; y deteniéndonos
junto a un manantial donde se veía movimiento de túrdidos, paramos el coche y
salimos, prismáticos en mano, a dar una vuelta. No tardamos en ver algún
pajarillo, un piquituerto en la copa de un olmo seco, un pardillo que pasa
volando fugazmente por delante de nosotros, un mirlo común que sale de los
zarzales con su canto de alarma, unos buitres que merodean los riscos…
Pero ya más cerca de la fuente
empiezan a salir mirlos de la espesura, otros que cruzan por las sabinas, eso sí
un poco lejos los primeros, aunque algo blanquinosos parecían ya en vuelo.
Con la mosca detrás de la oreja
como se suele decir,fuimos observándolos y efectivamente, la mayoría de ellos
eran mirlos capiblancos que iban revolando entre las sabinas, dándonos
oportunidad de observarlos perfectamente cuando se posaban en la copa de éstas,
para mí un momento emocionante, ya que aunque había visto esta especie
anteriormente, nunca lo había hecho en tales cantidades ni pudiendo observarlos
tan bien como nos brindó la oportunidad ese macho que, perfectamente iluminado,
posaba para nosotros en la copa de una preciosa sabina.
Estas aves que, en lugares como
este, pueden llegar a ser habituales en invierno, no lo son para nada en esta
zona del Jiloca. Es una especie de túrdido que cría en zonas de montaña, suele
elegir los montes poblados de pino negro, y al final del verano suelen bajar en
altura y latitud para pasar el invierno, teniendo una clara querencia hacia los
sabinares, donde pueden encontrar alimento en esta época del año.
Así pues, las sierras turolenses
son zonas bastante comunes de invernada de esta especie el Mirlo capiblanco (Turdus torquatus),
fácilmente distinguible de su pariente más cercano, el Mirlo común (Turdus merula),
por el babero blanco que luce en su cuello haciendo referencia a su nombre.
Junto con estas dos especies de mirlos, y también buscando el alimento que los
bosques de sabina (Juniperus thurifera) en esta época del año proporcionan para
soportar los largos y fríos inviernos, es fácil observar algunas de las
distintas especies de zorzales, pertenecientes a esta misma familia.
Precioso, como siempre, tu relato y las imágenes que lo acompañan ;).
ResponderEliminarSabi.