El domingo pasado, aprovechando
las últimas horas de sol de ese fin de semana primaveral del que pudimos
disfrutar, me fui a dar un paseo por esos ecosistemas que pasan normalmente
desapercibidos, que parecen “secarrales” ante los ojos del profano, que nos
pueden parecer desiertos de vida y aburridos. Pero para nada son así: una vez que te metes en
ellos, aprendes a observarlos, a ver las luces tan impresionantes que tienen, a
entender su funcionamiento y el de los que viven allí, a descubrir fauna y
flora que no podrían vivir en otro sitio. Y, sobre todo, a escucharlos. Cuando empiezas a
hacer todo esto, te das cuenta de que son vergeles escondidos, de que son un auténtico
paraíso para las aves, y sobre todo que son escenarios únicos en Europa, y sin
embargo aquí muchas veces no sabemos valorarlos y apreciarlos como se merecen. Son
uno de los ecosistemas más extensos de la península (por no decir el mayor).
Hablo de los ecosistemas esteparios, de las extensiones cerealistas, de las
llanuras de cultivos de secano, donde ver un almendro en un ribazo es hoy en día
casi un milagro a causa de las concentraciones parcelarias.
Esta vez el escenario elegido
para pasar las dos últimas horas de sol del domingo fueron los campos de
Retascón y Villarroya, campos cerealistas con zonas esteparias, respetadas
solamente por ser canteras y no poder cultivarse.
Bajo la mirada de la Peña
Modorra, y rodeadas por la depresión del Jiloca, estas llanuras cerealistas albergan
una buena población de aláudidos, principalmente Alondra Común (Alauda arvensis),
aunque también llama la atención la concentración de Trigueros, ave totalmente
ligada a estos ambientes de cultivo.
A cualquiera que pasee por la
zona, aunque no sea aficionado a las aves, no pasará desapercibido ese canto de
la Alondra, agudo, largo, incesante, que se alza en la altura y que cuesta
localizar, ese canto que viene de esta pequeña ave que se queda suspendida en
el cielo azul de estos ecosistemas abiertos, que os invito a descubrir y
escuchar, mientras nosotros año tras año vamos comiéndole terreno a la Naturaleza,
eliminando ribazos, haciendo más pequeños los que hay, e intentando que todo el
terreno sea una sola parcela, dejando sin refugio, zona de cría ni protección a
estas aves que están tan sumamente ligadas a estos ambientes, y que en otro
lugar serian incapaces de sobrevivir.
El ecosistema estepario, bajo mi punto de vista uno de los más infravalorados, es un paraíso por descubrir y que mejor que bonitas entradas como esta para que poco a poco adquiera el valor que se merece.
ResponderEliminarGanga, avutarda, sisón, alcaraván…muchas son las aves autóctonas y únicas en su entorno que vamos a poder encontrar en este tipo de hábitats, además de una singular vegetación herbácea y arbustiva adaptada a sus extremas temperaturas y escasas precipitaciones. Gran parte del territorio nacional es estepa y sin ir muy lejos en Aragón: Campo de Belchite, Monegros, Laguna Gallocanta….
Su extensión, la biodiversidad que alberga a pesar de su clima extremo, por ser un ecosistema que identifica nuestro territorio…¿no creéis que son razones suficientes para que empecemos a ver la estepa con otros ojos?
Como gran defensora del ecosistema estepario, sólo puedo aplaudir esta entrada,¡felicidades Agustín¡.