viernes, 26 de agosto de 2016

¿Convivir con los incendios forestales o abandonarnos a su suerte?





Solo una pequeña parte del sector forestal español se dedica a velar por la conservación sostenible del monte. La verdad, parece que no hayamos reaccionado al problema que nos está causando lo que pudo ser un acierto en el pasado. La solución a la pérdida de suelo que sufría nuestro país fue repoblar los montes con especies de relativo crecimiento rápido, y que a su vez sirviese a otros sectores como materia prima. Estas especies eran pino y eucalipto. Especies cuya inflamabilidad está más que comprobada.

Además, en estas últimas décadas, hemos sufrido migraciones del campo a la ciudad y de la ciudad al monte, despoblando las zonas rurales por un lado y saturando las ciudades con la consiguiente invasión de urbanizaciones en los bosques periféricos, por otro. Y por si todo esto fuese poco, hemos decidido defendernos de un incendio forestal, en estos escenarios, sin apenas medidas de protección ante estos desastres naturales. Seguimos desviando presupuesto de prevención para extinción, seguimos repoblando montes de manera irracional, primando la producción de biomasa, creándose de esta manera auténticos polvorines, entrando en un circulo vicioso, pensando que si hay suerte se pueda talar una vez haya madurado.

Qué decir también del intento de suplir la carga ganadera ejercida sobre la vegetación en tiempos no muy lejanos con la realización de quemas controladas y desbroces mecanizados. Cómo tranquiliza escuchar que la vegetación mediterránea está adaptada al fuego. Creo que los que estamos más acostumbrados a ver el fuego somos nosotros. Una adaptación que ha durado miles de años no me parece que se adapte a nuestro ritmo. Solo hay que ver el dominio de especies de matorrales pirófitas y la cantidad de monte bajo que hay sin aprovechamiento que le ayude a salir de esa fase antes de que un incendio lo arrase de nuevo, degradandolo aún más. Todo ello una lacra. Una lacra a la que se enfrentan año tras año, entre otros, los bomberos forestales de este país, que son los que luchan cuerpo a cuerpo contra las llamas, privatizados y precarizados hasta la extenuación, viendo cómo se invierte el dinero público en lo mediático y espectacular de la extinción de incendios.

Lo que será difícil recuperar es el suelo que perdemos tras cada incendio. Sin suelo fértil solo hay desierto. Los incendios forestales ganarán la batalla. Se prestan cada día escenarios más complicados. Nos ha costado 60 años ver los montes así, y a la vez somos culpables de negar lo que se nos ha venido encima. Una realidad medioambiental insana, desequilibrada, peligrosa y a merced de intereses económicos y de incendiarios sea cual sea su motivación.

Nuestras generaciones deben ser las encargadas de ir revirtiendo la situación pensando que ese amigo de la prehistoria llamado fuego ya nos ha jugado malas pasadas. Un cambio progresivo de modelo de ordenación y gestión del monte que intente, por lo menos, no poner en peligro a la población ni sus bienes, formando áreas defendibles de grandes incendios. Que sea un cambio sostenible y respetuoso con la conservación de la biodiversidad. Tenemos la obligación de dejar en herencia el privilegio de aprovechar y disfrutar de un bosque más naturalizado y seguro.


 Jorge Rodríguez

No hay comentarios:

Publicar un comentario