Se despide septiembre, y con el la noche le gana la partida
a las tardes veraniegas, las temperaturas caen por las noches y las hojas
tornan su color hacia unos tonos pardo-rojizos, ya esta aquí el otoño, para
muchos la mejor estación del año, la estación de las setas, en cierto modo de
la soledad, los pueblos vuelven a tener sus habitantes reales, las calles se
quedan vacías y es el momento de aprovechar la naturaleza, de pasear sobre
alfombras de hojas caídas, de buscar setas y de coger nueces, son días perfectos.
Y con el otoño llega la berrea, ese espectáculo que año tras
año los ciervos protagonizan.
Para nosotros un espectáculo que emocionantes observamos y
sobre todo escuchamos en las zonas donde estos ungulados habitan, pero para
ellos es una autentica lucha genética, una competición por dejar descendencia,
por ser el macho elegido y poder procrear con el máximo numero de hembras
posibles.
Es un afán por demostrar que se es el mas fuerte de los
candidatos, y eso se consigue con la berrea, ese sonido gutural que emiten los
machos para llamar la atención de las hembras, y también de otros machos que se
acercarán al que esta berreando para intentar expulsarlo de ese territorio, y si
esté no cede estarán dispuestos a entrar en una autentica lucha chocando sus
enormes cornamentas y empujando al adversario hasta que uno de los dos se de
por vencido y abandone el territorio defendido.
Los machos siempre intentaran conseguir territorios que sean
atractivos para las hembras siendo los sitios donde abunda el agua y la comida
los mas solicitados, y pudiendo llegar a hacerse con un aren de hasta cincuenta
hembras el macho vencedor, macho que procreara con todas ellas, y
aproximadamente volverán a ovular, las que no hallan sido fecundadas, a los 18 días.
Pasado este periodo de celo los machos vivirán en solitario
y las hembras junto con algunos machos jóvenes formaran grupos que convivirían
hasta que al año que viene, las hojas de los marojos vuelvan a tornar de color,
y nosotros podamos volver a disfrutar de este autentico espectáculo que es
capaz de poner los pelos de punta a cualquiera que se acerque por ejemplo a los
Montes Universales una noche a escuchar a los grandes machos reclamando su
territorio.
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